sábado, 19 de diciembre de 2015

Ver a Dios

Prakash era un  hombre santo y estaba muy orgulloso de ser un hombre santo. Como ansiaba ver a Dios, naturalmente se alegró muchísimo cuando Dios le habló en un sueño: -  Prakash, ¿quieres verme y poseerme de veras?

-    Por supuesto que lo quiero, replicó impaciente Prakash. Ése es el momento que he estado esperando. Me contentaría  incluso con un solo vislumbre  vuestro.


-     Así será, Prakash. En la montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré.

Al día siguiente Prakash, el hombre santo, se despertó excitado después de una noche inquieta, la vista de la montaña y la idea de ver a Dios cara a cara  casi le obligaba a alzarse del suelo.
Entonces comenzó  a pensar impaciente  para sí mismo qué presente podría ofrecerle a Dios. Sin duda, Dios  esperará un presente; pero ¿qué  podría encontrar digno de Dios?

- Yo lo sé, pensó Prakash. Le llevaré  mi hermoso jarrón nuevo, Es valioso y le encantará. Pero no puedo llevarlo  vacío. Debo llenarlo de algo.

Estuvo pensando mucho y asiduamente  en lo que metería en el precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata?. ¿Diamantes u otras piedras preciosas? Después de todo, Dios mismo había hecho todas aquellas cosas, por  lo que se merecía  un presente mucho más valioso.
-    Sí, pensó al final, le daré a Dios mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios y buenas obras.

Prakash se puso en camino hacia la montaña. A  cada paso del camino se repetía lo que debía decirle a Dios. -    Mira, Señor: ¿te gusta  mi precioso jarrón? Espero que si. Estoy seguro de que te  gustará y que estarás  encantado con todas las oraciones  y buenas obras que he ahorrado durante  este tiempo para ofrecértelas. Por favor, abrázame ahora.

Prakash siguió subiendo deprisa la montaña, donde tenía su cita con Dios. Repitiéndose  todavía su discurso y jadeante ahora de expectación, llegó trémulo de ilusión a la cumbre. Pero ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio.
-    Dios,  ¿dónde estás?.Me invitaste aquí y  yo he mantenido mi palabra. Aquí estoy; pero ¿dónde estás tú? No me  decepciones. Por favor, muéstrate.

Lleno de desesperación, el santo hombre se echó al suelo y rompió a llorar. Entonces de repente, oyó una voz que descendía retumbando de las nubes:

-     ¿Quién está ahí abajo? ¿ Por qué te escondes de mí? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Por qué  te escondes? ¿qué has puesto entre nosotros?

-     Sí, Señor. Soy yo, soy yo, Prakash. Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he traído para ti.

-     Pero no te veo. ¿Por qué  has de esconderte  detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista. Arrójalo lejos, vuélcalo.

Prakash apenas podía creer lo que estaba  oyendo. ¿Romper su precioso jarrón y tirar  lejos  todas sus piedrecitas?

-     No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenando de mis...

-     Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti.