viernes, 18 de diciembre de 2015

El regalo

Cerca  del desierto donde vivían los monjes  llamados “estilitas” habitaba  una anciana pobre que solía compartir su frugal comida  con el monje  más cercano al poblado.

Un buen día le quiso llevar algo especial: una cesta repleta de sabrosos racimos de uvas.


El monje  se alegró mucho y no encontraba palabras  para dar gracias a la anciana. Y ya  se disponía a  saborear  los jugosos frutos, cuando se acordó de su compañero que vivía a una hora  de camino por el desierto.

- El sol y el viento del desierto  le están resecando la garganta – pensaba- y necesitará  refrescarse con estos  racimos.

Y, sin más, emprendió el largo camino que le separaba de su compañero. Cuando llegó  cansado a los pies de la columna, ató la cesta  al cordel que el monje  le había  bajado desde lo alto, se  despidió  con un amplio abrazo dibujado en el aire.

Al tener  entre sus manos  la cesta, el santo varón dio un salto de alegría tan grande que casi se cae. Pero, de improviso, se quedó pensativo. Se acordó del monje que vivía  en la otra columna a dos horas de camino.

- El sol y el viento del desierto están agobiando también a mi compañero – se dijo- y necesitará refrescarse con estos  racimos de uvas.
Y sin pensarlo dos veces,  bajó y se fue a toda prisa hasta la morada de su amigo y compañero.

Pero la historia  no terminaba aquí. El mismo gesto de bondad y de generosidad se repitió... una... y otra vez... por el inmenso desierto.

Y la cesta, repleta de racimos de uvas, volvió a ser regalo refrescante para la anciana señora que vivía en el poblado, cerca del desierto.

(Historias de los Padres  del Desierto)
Parábolas en son de paz. CCS. P. 159