viernes, 18 de diciembre de 2015

El zapatero remendón

En una pequeña aldea situada en lo alto de  las montañas vivía un zapatero remendón. Una  vez la víspera de Navidad, le aconteció algo muy extraño. ¿Fue un sueño a una realidad? Nadie lo sabrá jamás. Mientras el zapatero recitaba sus oraciones de la mañana, oyó que un extraño le hablaba:
- Pedro he venido a decirte que Dios está contento contigo. El Señor Jesús te visitará  hoy en tu taller.



El zapatero estaba  rebosante de alegría. Quitó el polvo, limpió y barrió su taller. Aunque disponía de poco dinero, preparó un estofado a fin de  tener comida que ofrecer a su visitante. Luego se puso  su mejor vestido y comenzó a trabajar mientras su corazón  latía aceleradamente.

Una mujer de muy mala fama en el pueblo entró en el taller. La atendió perfectamente, quería que le arreglaras unios zapatos. Pero estaba ansioso por si el Señor Jesús llegaba mientras  se encontraba con ella. Ocultó la ansiedad y la atendió muy bien.

A solas de nuevo y a la espera del Señor, comenzó a imaginase cómo sería verse cara a cara con el Señor ¿Qué cara tendría?. Sumido en esos pensamientos entró en el taller una madre con su hija. Era una familia pobre. Pedro tuvo compasión de aquella familia y le  regaló unos zapatos para la pequeña. La niña se puso muy contenta. Y regresaron a casa las dos llenas de felicidad.

De nuevo a solas Pedro pensaba en su interior ¿Será posible que hoy venga a visitarme el Señor Jesús?.
Durante todo el día no cesó de  venir gente a casa de Pedro.

Al finalizar el día cuando ya era de noche y el señor Jesús todavía no había llegado entró en el taller un borracho gritando y riendo.
- Pedro, dame volka. He bebido tanto vino que he perdido el gusto de él.
- Ven, siéntate, amigo. No tengo vodka; pero compartiré contigo  lo que tengo. Tengo agua clara y una comida que he preparado hoy para un huésped especial. Siéntate conmigo y comeremos juntos.
Pedro y el borracho comieron juntos el estofado. Disfrutaron de su mutua compañía, cada uno a su manera. Cuando el borracho se fue, se sintió confortado y dispuesto a hacer frente a los problemas de la vida con más valor.

Pasó el tiempo. Y llegó la medianoche. El ánimo de Pedro se hundió. Se sentía defraudado y contrariado. Jesús no había acudido. Era hora de irse a dormir. Se arrodilló para rezar las oraciones de la noche.
- Señor, ¿por qué no has venido hoy? ¡Te he estado esperando todo el día con tanta impaciencia.

Entonces  escuchó una voz que le susurraba:
- Pedro, he ido a tu casa, no uno vez sola, sino muchas veces durante el día. En cada  persona que se ha acercado a tu casa era yo quien iba a tu casa.
Aquella noche Pedro se durmió con el corazón rebosante de alegría y de paz.