Prakash era un hombre santo y estaba muy orgulloso de ser un
hombre santo. Como ansiaba ver a Dios, naturalmente se alegró muchísimo cuando
Dios le habló en un sueño: - Prakash, ¿quieres verme y poseerme
de veras?
- Por supuesto que lo quiero,
replicó impaciente Prakash. Ése es el momento que he estado esperando. Me
contentaría incluso con un solo
vislumbre vuestro.
- Así será, Prakash. En la montaña,
lejos de todos y de todo, te abrazaré.
Al día siguiente Prakash, el hombre santo, se
despertó excitado después de una noche inquieta, la vista de la montaña y la
idea de ver a Dios cara a cara casi le
obligaba a alzarse del suelo.
Entonces comenzó a pensar impaciente para sí mismo qué presente podría ofrecerle a
Dios. Sin duda, Dios esperará un
presente; pero ¿qué podría encontrar
digno de Dios?
- Yo lo sé, pensó Prakash. Le
llevaré mi hermoso jarrón nuevo, Es
valioso y le encantará. Pero no puedo llevarlo
vacío. Debo llenarlo de algo.
Estuvo pensando mucho y asiduamente en lo que metería en el precioso jarrón.
¿Oro? ¿Plata?. ¿Diamantes u otras piedras preciosas? Después de todo, Dios
mismo había hecho todas aquellas cosas, por
lo que se merecía un presente
mucho más valioso.
- Sí, pensó al final, le daré a Dios
mis oraciones. Esto es lo que esperará él de un hombre santo como yo. Mis
oraciones, mi ayuda y servicio a los demás, mi limosna, sufrimientos,
sacrificios y buenas obras.
Prakash se puso en camino hacia la montaña. A
cada paso del camino se repetía lo que debía decirle a Dios. - Mira, Señor: ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero que si. Estoy
seguro de que te gustará y que
estarás encantado con todas las
oraciones y buenas obras que he ahorrado
durante este tiempo para ofrecértelas.
Por favor, abrázame ahora.
Prakash siguió subiendo deprisa la montaña,
donde tenía su cita con Dios. Repitiéndose
todavía su discurso y jadeante ahora de expectación, llegó trémulo de
ilusión a la cumbre. Pero ¿dónde estaba Dios? No se le veía en ningún sitio.
- Dios, ¿dónde estás?.Me invitaste aquí y yo he mantenido mi palabra. Aquí estoy; pero
¿dónde estás tú? No me decepciones. Por
favor, muéstrate.
Lleno de desesperación, el santo hombre se
echó al suelo y rompió a llorar. Entonces de repente, oyó una voz que descendía
retumbando de las nubes:
- ¿Quién está ahí abajo? ¿ Por qué
te escondes de mí? ¿Eres tú, Prakash? No te veo. ¿Por qué te escondes? ¿qué has puesto entre nosotros?
- Sí, Señor. Soy yo, soy yo, Prakash.
Tu santo hombre. Te he traído este precioso jarrón. Mi vida entera está en él.
Lo he traído para ti.
- Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos
de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo lejos. Quítalo de mi vista.
Arrójalo lejos, vuélcalo.
Prakash apenas podía creer lo que
estaba oyendo. ¿Romper su precioso
jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
- No, Señor. Mi hermoso jarrón, no.
Lo he traído especialmente para ti. Lo he llenando de mis...
- Tíralo, Prakash. Dáselo a otro si
quieres, pero líbrate de él. Deseo abrazarte, Prakash. Te quiero a ti.