Al día siguiente Dios volvió a alimentar el zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo:
- Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito.
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía:
- ¡Oh, tú que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado.
Fábula del místico árabe Sadi