Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares.
Es este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
De una leyenda china